Hace mucho, mucho tiempo, vivía a los pies de una montaña un ogro rojo (赤鬼 aka-oni) de aspecto muy feroz, con un cuerno en la cabeza y el cuerpo completamente rojo. Sin embargo, su corazón era bondadoso, y su mayor deseo era poder vivir en armonía junto con los habitantes del pueblo cercano. Pero estos, siempre que le veían, le tenían miedo y huían de él, y por eso el ogro rojo se sentía muy triste.
Así, un día decidió poner un aviso delante de su puerta:
"NO SOY PELIGROSO EN ABSOLUTO"
Pero al asomarse para colocar el cartel, una vez más, los aldeanos huyeron espantados. El ogro rojo se puso a llorar y rompió el cartel que había escrito.
En ese momento apareció un ogro azul (青鬼 ao-oni) conocido suyo, de aspecto igualmente feroz pero que era también muy bondadoso.
"Hola, ogro rojo, ¿por qué rompes eso?"
"Ay, ogro azul, habia escrito este cartel para que los aldeanos vieran que no soy malvado y se llevaran bien conmigo, pero a pesar de todo, ellos me siguen teniendo miedo y huyen de mi cada vez que me ven"
"¿Ah, sí?", respondió el ogro azul, "pues mira, se me ha ocurrido una idea genial. Ven conmigo al pueblo.
"Es inútil, ogro azul, los aldeanos están obcecados y por mucho que intentes hablar con ellos no van a comprender si tienes o no buenas intenciones... seguramente huirán también de ti."
"Justamente de eso se trata, en cuanto vean lo bueno que eres, se convencerán y dejarán de tenerte miedo. Vamos a hacer lo siguiente: yo entraré en el pueblo fingiendo ser muy malvado y haré como que voy a atacarles. Entonces apareces tú para defenderles, me pegas, y me haces huir."
"¿De verdad te tengo que pegar?"
"Eso es, me das una buena paliza."
"No puedo hacer algo así"
"Tienes que hacerlo, ya verás cómo después las cosas te van mejor y te llevas bien con los aldeanos. ¿Has entendido? Me atizas bien fuerte y me haces huir."
Y así lo hicieron los dos ogros. El ogro azul fingió atacar a los aldeanos, y el ogro rojo salió corriendo tras él para atraparlo y golpearlo.
¡ZAS, PUM, PATAM!
"¡Ogro malvado, como vuelvas a molestar a esta gente, verás lo que es bueno!", gritaba el ogro rojo, golpeando al ogro azul.
"Ay, perdón, perdón", respondía el ogro azul.
Y así continuaba gritando el ogro rojo mientras perseguía y golpeaba al ogro azul. Los aldeanos, al ver esto, lo comentaron entre ellos con admiración, y al ver que el ogro rojo les defendía, dejaron de tenerle miedo.
Por primera vez, el ogro rojo recibió en su casa a la gente del pueblo. Hombres, mujeres, niños y ancianos, todos iban a verle sin miedo, y el ogro estaba todo el rato muy ocupado, salía a recibirles, hacía té y servía dulces. El ogro estaba muy contento porque por fin se llevaba bien con los aldeanos.
Pasó el tiempo, y cierto día, el ogro rojo se acordó de su amigo, el ogro azul.
"Ay, qué habrá sido de mi amigo, qué ganas tengo de verle... Es gracias a que él fingio ser malvado, que ahora me llevo tan bien con la gente de la aldea. Debería ir a verle para darle las gracias por lo que hizo"
Y el ogro rojo se dirigio a la casa de su amigo el ogro azul en medio de la montaña, pero al llegar allí, descubrió que la puerta estaba cerrada y clavada con maderas, y sobre ella había una carta dirigida a él. Al leerla, los ojos del ogro rojo se inundaron de lágrimas.
"Para el ogro rojo: Ahora que por fin has logrado ser aceptado por los aldeanos, si supieran que eres mi amigo, ellos volverían a tenerte miedo, ¿no crees? Por eso es mejor que me vaya para siempre y que no te vean conmigo, así podrás continuar en tan buena armonía con la gente del pueblo. De parte de tu amigo, el ogro azul."
Y, recordando a su generoso amigo, el ogro rojo vertía más y más lágrimas sin poder contenerse.
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En la tradición cultural japonesa, los ogros (鬼
oni) son unos seres monstruosos, generalmente de instintos feroces y conducta bárbara. Se dice que tienen una elevada estatura y enorme fuerza física; habitan en los montes y sus alrededores, lejos de la civilización. Por lo general, su color de piel es rojizo (赤
aka), pero en este cuento sale también un ogro de tez pálida (
青 ao, la palabra que en japonés señala los colores azul y verde).
Algunos antropólogos han identificado la figura legendaria del
oni con extranjeros que, por naufragios u otros avatares, llegaron a Japón en la antigüedad, y que se ocultaban en bosques y montañas para no ser vistos.