Hace mucho, mucho tiempo, un señor feudal promulgó una ley que obligaba a la gente a abandonar a sus madres en cierta montaña al cumplir los sesenta años. A esa montaña se le conocía como "Ubasuteyama 姥捨て山" (literalmente, "la montaña donde se arroja a las abuelas").
En algún lugar del pueblo vivía una madre con su hijo, ambos eran muy amables. Ella ya había cumplido sesenta años y su hijo se encontraba muy apenado porque había llegado el momento en que debía abandonarla en la montaña.
- No llores - le dijo la madre -, voy a ir con los dioses , así que no te preocupes.
El hijo se dirigió a la montaña llevando a su madre sobre su espalda. Al poco rato de iniciado el recorrido, el hijo notó que su madre rompía unas ramas, y le preguntó:
- ¿Qué estás haciendo?
La madre le contestó:
- Estoy dejando señales para que te indiquen el camino de regreso y no te pierdas.
El hijo pensó: "Mi madre hasta en ese detalle se preocupa por mí", y sintió una oleada de tristeza en su corazón y exclamó:
- ¡Mamá, vamos a regresar!
- No, hijo -respondió ella-, sabes que si yo regreso tú serás castigado.
El hijo exclamó:
- ¡Pase lo que pase no te puedo dejar!
Y, contraviniendo la ley, el hijo decidió volver a casa con su madre y ocultarla para que el señor feudal no la descubriera.
Un día un monarca vecino amenazó al señor feudal con atacar su castillo si no contestaba a la pregunta de cómo se puede hacer una cuerda de cenizas. El monarca vecino había hecho esta pregunta pensando que era imposible contestarla.
El señor feudal pidió ayuda a los aldeanos para tratar encontrar la respuesta. El joven también intentó resolver el problema sin poderlo.
Entonces decidió preguntárselo a su madre, quien le contestó:
- Eso es muy fácil. Haz una cuerda muy estrecha y mójala en agua salada. Seca la cuerda y quémala.
El hijo así lo hizo y la llevó al señor feudal.
Este exclamó:
- ¡Excelente! Voy a recompensarte. A propósito, ¿lo hiciste sólo?
El hijo tímidamente le dijo la verdad.
El señor feudal dijo:
- Si no hubiera sido por la anciana, yo habría perdido mi castillo.
Esto hizo reflexionar al señor feudal, que decidió derogar la ley y proteger y cuidar a los ancianos del pueblo.
El hijo y su madre vivieron felices para siempre.
El abandono de los parientes de edad avanzada en una montaña o cualquier otro lugar apartado para dejarles morir de deshidratación, hambre o frío, fue una práctica muy habitual en el Japón feudal, sobre todo en épocas de hambre y sequía. Es una costumbre que ha sido con frecuencia reflejada en cuentos y poemas, y que impresionó vivamente a Albert Einstein cuando visitó Japón en 1922.
La película "La balada de Narayama" de Shohei Imamura hace referencia a esta costumbre.
Existe una práctica similar en la tribu siberiana Yakut.