lunes, 26 de agosto de 2013

Crónicas japonesas, parte 1: Llegando a Japón

 1 de agosto de 2013, 3 de la mañana.
 

Para mí en Madrid, para Laura en Barcelona, esa fue la hora exacta, acordada entre ambos, en la que tocaba levantarse para poner rumbo al aeropuerto y empezar nuestra aventura japonesa. Tras llegar nuestros respectivos vuelos a Roma más o menos a la hora prevista (el mío con algo de retraso), por fin llegó el momento de embarcar los dos juntos en el enorme avión de la compañía Alitalia que, doce horas después, nos dejaría en el aeropuerto de Narita

El avión en sí, impresionante, un "monstruo" de esos que uno no se explica cómo logran levantar el vuelo de lo inmensos que son. Tres filas de asientos, relativamente amplios, y equipados, todos y cada uno, con su pantallita interactiva en la que podías ver películas y series, jugar, escuchar música o consultar la información relativa al vuelo. Una manta (bastante cómoda y calentita), un cojín y unos auriculares completaban el equipamiento para cada viajero. Durante el viaje nos dieron un aperitivo, una comida-cena y un desayuno, todo ello, a pesar de ser "comida de avión", bastante rico y que llenaba lo suyo (como curiosidad, comentar que nos daban a elegir dos opciones, menú italiano y menú japonés).

El vuelo transcurrió sin incidencias, y durante esas doce horas procuramos pasar el tiempo de la manera más entretenida posible, viendo películas o tratando de dormir (algo que en esos asientos no era precisamente fácil). La parte más tediosa del trayecto sin duda alguna, es cuando se sobrevuela Rusia continental, algo que ocupa más de la mitad del vuelo y que parece que no se acaba nunca. En cambio, una vez vislumbramos en nuestras pantallas que el avión ya se encuentra sobre el Mar del Japón, el tiempo pasa mucho más rápido porque ya sabemos que queda poco, que nuestro destino ya está ahí mismo y que pronto habremos aterrizado en el país del Sol Naciente.

Al acercarnos al archipiélago japonés creí distinguir a lo lejos, entre las nubes, la cima del monte Fuji, esa misma cima a la que unos días después lograríamos subir. Este "avistamiento" y otro posterior en Hakone, igualmente tenue, fueron prácticamente las únicas veces que conseguí ver con mis propios ojos la silueta del emblemático y majestuoso volcán, que habitualmente es tímido y no se muestra con facilidad, sino que suele estar oculto entre calima y nubes. Contemplarlo tal como aparece en la mayoría de las fotografías que suelen verse del mismo es, en realidad, bastante complicado y requiere bastante suerte y poder ir en la época del año apropiada.


Y por fin, a eso de las 7 de la mañana del día 2, hora japonesa, aterrizamos en Narita sin mayor problema. Pero aún quedaba un buen trecho por delante hasta estar en nuestro hotel, ya que en el mismo aeropuerto teníamos que realizar una serie de trámites imprescindibles para nuestra estancia. El primero, que hay que hacer incluso antes de recoger el equipaje, consistió en visar nuestros pasaportes en el control de inmigración. Es el momento en que tenemos que entregar un cuestionario que previamente hemos rellenado en el avión (con nuestros datos personales y una serie de preguntas referidas a nuestro viaje, duración del mismo, motivo, etc.), del cual desprenden una hoja que fijarán en el pasaporte y que no se puede arrancar del mismo hasta la vuelta. Asimismo, una vez comprobado que todo está en regla, nos pegan en el pasaporte el sello de "Visitante temporal" que nos da derecho a estar hasta 90 días en territorio japonés, y sin el cual no podríamos de ninguna manera canjear el Japan Rail Pass.

Estas son algunas de las primeras fotos que hice en Japón, en el mismo aeropuerto:




 


Después de este trámite, tocaba recoger nuestras maletas, que afortunadamente llegaron bien (la mía con una voluminosa abolladura que me hizo temer por el contenido, aunque luego pude comprobar que no había sufrido ningún daño y mi equipaje estaba intacto), y a continuación, cambiar nuestros euros por yenes e ir a la Midori no Madoguchi (oficina de venta y reserva de billetes de la JR) del aeropuerto para canjear los Japan Rail Pass, la "llave" que tantas puertas nos abriría posteriormente. Aquí tenéis el mío, tal como está tras la vuelta, ya con todos los sellos de las reservas de trenes que hicimos durante esas dos semanas: 


Junto con el JRP nos dieron los billetes con asientos reservados para el Narita Express, el tren que nos llevaría a Tokio desde el aeropuerto. Un tren la mar de eficiente, bonito, limpio y rápido, y que sorprendentemente estaba casi vacío a pesar de que aquella mañana de jueves, día laborable, yo me esperaba encontrármelo lleno hasta los topes.  



Para esto casi no hacía falta reservar asientos, digo yo...

Desde las ventanillas del tren pudimos por fin disfrutar de nuestras primeras vistas de Japón. Ya desde el primer momento predominaba el verde por todas partes, como aperitivo de lo que íbamos a ver los sucesivos días:




Llegados a Tokio, si no recuerdo mal desde la estación de Shinjuku, una combinación de línea Yamanote (para la que es válido el JRP) y Tokyo Metro (para el que dicho pase no es válido, y por tanto hay que pagar los billetes) nos dejó en la estación de Aoyama Itchôme, desde la cual nuestro hotel estaba a unos cinco minutos andando. En otra entrada hablaré de los trenes y el metro tokiota, de momento sólo decir que son un auténtico laberinto para el no iniciado y que es facilísimo despistarse incluso sabiendo japonés y conociendo el procedimiento para comprar los tickets. A nosotros nos pasó un par de veces, aunque pudimos apañarnos para recuperar la orientación y en el fondo fueron una "aventura" más de nuestro viaje.

Y por fin, varias horas después del aterrizaje, llegamos a nuestro hotel, el Asia Kaikan  (Asia Center of Japan). Un hotel sin grandes lujos pero realmente acogedor, en el que nos dieron una habitación amplia, coqueta, cómoda y muy bien equipada (con nevera, televisión y sendos yukatas esperándonos encima de las camas), que sería la que nos acogería durante las próximas cinco noches.

Pero no era el momento de descansar aún, a pesar del agotamiento del viaje; una vez instalados había que aclimatarse al horario japonés (siete horas de diferencia con respecto a España) y tratar de minimizar los efectos del "jet-lag" en la medida que fuera posible, y para ello no había más remedio que empezar a moverse desde el primer momento y no dormir hasta la noche. Así que, tras asearnos y permitirnos tan sólo un breve descanso, nos dispusimos a patear por primera vez la inmensa, bulliciosa y colorida ciudad de Tokio. 

Pero eso ya es materia para la próxima entrada, así que me despido por ahora diciendo eso de:  "Continuará...."


Próxima entrega:   Recorriendo Tokio

domingo, 18 de agosto de 2013

Katsu y Semilau en Japón: Y se acabó... por ahora

Y recalco bien el "por ahora", al menos por lo que a mí respecta. Hace tres días que regresamos a España y, curiosamente, todo el jet-lag que no noté en la ida lo estoy sufriendo ahora, a la vuelta, no veáis lo que me está costando reaclimatarme tras haber pasado quince días en un país que está en el otro extremo del mundo, con siete horas más de diferencia, y con, entre ida y vuelta, prácticamente un día entero metido en aviones. Puede parecer que no, pero es algo que se acaba notando. Aún así firmaría volver ya mismo si fuera posible, puesto que, como no podía ser menos, estas dos semanas de estancia en Japón me han sabido a poco y me he quedado con unas ganas enormes de volver cuanto antes y de visitar todo aquello que esta vez, por falta de tiempo, se nos ha quedado en el tintero, pero ya llegará el momento.

El viaje, tal como os apunté en la entrada anterior, lo hemos rematado con dos días en Hiroshima y su cercana isla de Miyajima, en la cual hemos podido disfrutar de las comodidades y el exquisito servicio de un ryokan tradicional japonés. La mañana del día 13 la invertimos en trasladarnos a Hiroshima desde Kioto, y hasta que llegara el momento de tomar el ferry para Miyajima aún teníamos unas horitas para al menos visitar la famosa Genbaku Dome, ese edificio que en su día fue concebido como un centro de exposiciones y ferias comerciales, que con su llamativa cúpula verde se convirtió en uno de los principales emblemas de la ciudad de Hiroshima, y sobre el cual, en algún punto situado a unos 160 metros de distancia y aproximadamente seiscientos metros de altura, se encuentra el sitio exacto en el que detonó la bomba atómica Little Boy, la primera de las dos que fueron lanzadas contra Japón y que, con sus 13 kilotones de potencia (actualmente poco menos que un petardito de feria si se comparan con el abrumador poder destructivo de las cabezas nucleares actuales)  redujo la ciudad a ruinas humeantes y, entre sus efectos directos y los posteriores de la radiación, causó más de doscientas mil víctimas. Al originarse la onda expansiva prácticamente en su vertical, la estructura del edificio aguantó en pie, siendo uno de los pocos que resistieron la explosión, y desde aquel fatídico momento se ha conservado prácticamente tal cual (tras haber pasado por algunas operaciones de restauración y mantenimiento), como recordatorio de lo que sucedió.

Y he de decir que estar allí, junto al esqueleto de ese edificio, sabiendo que prácticamente encima de tu cabeza tuvo lugar una explosión nuclear hace 68 años y lo que ello significó, impresiona vivamente. Como también impresiona recorrer el Parque Memorial de la Paz, con su cenotafio a las víctimas, su monumento dedicado a los niños que perecieron en el ataque, y por supuesto, el museo conmemorativo, al que hice una breve visita. Y es que Hiroshima (junto con su compañera de sufrimientos, la no muy lejana ciudad de Nagasaki) es historia viva y el mejor recordatorio de la crueldad que es capaz de mostrar el supuestamente civilizado ser humano contra sus semejantes, y de que hay ciertos actos que nada puede justificar, ni siquiera en tiempos de guerra, que nunca deberían ocurrir y que por supuesto hay que esperar y desear de corazón que jamás se repitan.

Después de visitar Hiroshima, por fin, nos subimos al ferry que en diez minutos de travesía nos dejó en Miyajima, la isla sagrada, con su llamativo torii naranja construido directamente sobre el mar (aunque nosotros lo vimos en plena marea baja) y sus omnipresentes ciervos que campan por la ciudad a sus anchas y que no sólo no huyen de la gente, sino que como detecten a alguien con algún objeto que se les antoje mínimamente comestible, no dudan en acosarle sin piedad. Es, sin duda, de lo más curioso que he visto nunca.

De lo que hicimos en Miyajima os hablaré en una entrada más adelante, por supuesto con sus correspondientes fotos. Por ahora sólo adelantar una cosa: el ryokan, toda una experiencia que también merece ser vivida por lo menos una vez.

En breve empezaré ya con los posts más detallados y llenos de fotos, así que sólo os pido un poquito más de paciencia.

martes, 13 de agosto de 2013

Katsu y Semilau en Japón: la segunda semana

Escribo esto desde mi asiento en el Shinkansen Kodama que nos lleva a Laura y a mí desde Kioto hasta Hiroshima, esperando poder publicarlo desde nuestro hotel en la isla de Miyajima. Estamos ya apurando los últimos días de nuestra estancia en Japón, y desde luego que los estamos aprovechando bien, desde que volvimos del Fuji apenas hemos parado un momento.

El día del Fuji, tras el agotador descenso (porque fue verdaderamente agotador, casi puede decirse que más que la subida por mucho que llevara la mitad de tiempo...  menudo destrozapiernas, ya os explicaré), pudimos aprovechar al menos una noche de las dos que teníamos reservado el espectacular hotel de lujo que nos había asignado la agencia, situado junto al lago Ashi, en Hakone. Tanto el pueblo en sí como las vistas valían mucho la pena y el hotel, como ya os he dicho, era de auténtico superlujo, con una habitación inmensa en la que teníamos equipo de sonido, internet por cable, armario para guardar la ropa y dos camas prácticamente interminables en las que pudimos dormir a pierna suelta y como reyes tras el esfuerzo del día anterior. Lo malo es que a eso de las cinco y media de la tarde el centro comercial que teníamos junto al hotel estaba ya cerrado y no había aparentemente nada más abierto por los alrededores, por lo que tuvimos que cenar a base de chucherías (Pocky, meronpan de chocolate y cosas así). Se ve que el lugar es más para desconectar y relajarse que para buscar algo de animación en las calles, de hecho a media tarde se veía bastante solitario, aunque aún así me gustó el sitio. Incluso pudimos vislumbrar muy difuminadamente la figura del monte Fuji, que aunque tímido, tuvo el detalle de dejarse ver un poco para que al menos no pudiéramos decir que "hemos subido al Fuji pero no hemos visto al Fuji". Da un orgullo especial el verlo y poder decir para tus adentros que " yo he estado ahí arriba", la verdad...

Desde Hakone, la siguiente etapa fue Kioto, donde hemos estado estos últimos cuatro días. La antigua capital es una ciudad alegre, acogedora, muy bulliciosa, con un tráfico muy intenso (la gente parece más suelta a la hora de darle al claxon que en Tokio, o al menos esa impresión me dio), repleta de templos y santuarios budistas y sintoístas por doquier, y con algunos barrios por en cuyas calles es una delicia perderse; concretamente, por mi experiencia, pasear por sitios como Gion o las cercanías del Kiyomizudera es altamente recomendable, se siente uno como transportado a otro tiempo, una oportunidad única de saborear algo de lo que fue el Japón de un par de siglos atrás.

En Kioto he visto lo básico, los templos Kiyomizudera, Fushimi Inari, Kinkakuji, Ryoanji y Ginkakuji. Hay mucho más que ver en la antigua capital, pero para una primera toma de contacto ha sido más que suficiente. En cuanto al hotel, curiosamente pasamos de estar en el más amplio (en Hakone) al más diminuto, apenas una habitación con dos camas grandes, un hueco mínimo para la ropa, una mesa diminuta y el baño. Casi puede decirse que toda la habitación la ocupaban las camas, de tal modo que incluso era difícil encontrar un hueco para colocar las maletas, no digamos ya para abrir el gigantesco maletón tamaño "King size" que se me ocurrió traerme de España. Aún así, para pasar las noches bastaba y sobraba, y el personal era muy amable y nos ayudó mucho a planificar las excursiones de estos días.

La principal excursión que hicimos desde Kioto fue a Tsushinmachi, en la prefectura de Mie, para hacer una visita a nuestra conocida del Deviantart, la joven y prometedora futura mangaka hispano-japonesa Wakana Sakamoto.  Nos costó varias horas de viaje en la línea Kintetsu (para la que no nos valía el Japan Rail Pass, por lo que tuvimos que pagar los 1750 yenes del billete), pero al final pudimos reunirnos con ella sin problemas, para ir inmediatamente a visitar el templo de Ise-jingu. Casualmente fuimos el año en que tenía lugar un gran Matsuri que sólo se celebra cada 20 años, por lo que el lugar estaba llenísimo de gente y la visita tuvo que ser un poco apresurada, aunque aún asi pudimos estar un buen rato callejeando por Okageyokocho, otro de esos barrios que parecen propios de tiempos pasados, con multitud de tiendas y locales de comida bordeando sus estrechas calles, por las que había que moverse entre la multitud teniendo cuidado de no perdernos. Un lugar verdaderamente lleno de encanto y digno de visitar, incluso en un día tan caluroso como el que fuimos nosotros.

Y finalmente, tras Kioto, nos disponemos a pasar las dos últimas noches previas a nuestro regreso a España, primero en la isla de Miyajima, a donde llegaremos tras hacer una breve (aunque probablemente impactante y conmovedora) visita a Hiroshima. Aquí es donde podremos disfrutar siquiera por una noche del alojamiento en un ryokan tradicional (ya os comentaré qué tal ha sido la experiencia). Y por último, la noche previa al regreso la pasaremos en la ciudad de Osaka, en la que nos alojaremos en un hotel cercano al aeropuerto para no pasar agobios de tiempo, aunque espero que podamos sacar un ratito para dejarnos caer por Dotonbori y saborear unos takoyaki "Osaka style" como los kamis mandan.

A mi regreso a España empezaré a organizar las fotos y prepararé varias entradas del blog sobre cada una de las ciudades en las que hemos estado y las visitas que hemos realizado en cada una de ellas. Sólo tenéis que tener un poco más de paciencia, así que como siempre, ¡no cambiéis de Katsu-canal!

martes, 6 de agosto de 2013

Katsu y Semilau en Japón: comenzando con las excursiones

¡Hola de nuevo! Os adelanto que este post va a ser muy breve, sin formato ni enlaces ni fotos, en parte por el cansancio acumulado de estos días, en parte porque aún no he descargado al ordenador las fotos del domingo hasta hoy, y también porque mañana miércoles, día 7 de agosto, dejaremos atrás la gigantesca y bulliciosa Tokio para pasar a la segunda etapa del viaje, que será Hakone, el punto de partida hacia el monte Fuji. Y debido a ello, tenemos que terminar de recogerlo todo y preparar de nuevo el equipaje, para no ir mañana con prisas de última hora.

Entrando en materia, tal como digo en el título, si los primeros días los dedicamos a recorrer la ciudad de Tokio (de la cual nos van a quedar MUCHAS cosas pendientes de ver para una próxima visita), los tres siguientes han marcado el comienzo de los desplazamientos fuera de la misma, empezando con una visita que llevaba años deseando y que el domingo 4 por fin se ha hecho realidad: el Museo Ghibli de Mitaka.  Por el momento sólo decir sobre el mismo que, si bien es cierto que se ve apenas en un rato y puede saber a poco, a mí no me ha defraudado en absoluto, es exactamente lo que uno se espera del lugar. Un pequeño rinconcito dedicado por completo a la magia del maestro Miyazaki y sus colegas, que ni qué decir tiene, tendrá también una entrada en el blog muy pronto.

Tras la visita al museo y pasar la tarde en Nakano con unos amigos (con visita a la librería de manga Mandarake incluida), el lunes y el martes han sido las excursiones "largas": primer a Kamakura, luego a Nikko. En Kamakura, por supuesto, hemos visitado entre otras cosas el famoso Gran Buda, y en Nikko, el santuario Toshogu y algún que otro templo más (porque si algo no falta por allí es eso, templos, templos y más templos, tanto budistas como sintoístas). Y por fin he empezado a experimentar lo que es el "otro Japón", el Japón que estaba deseando ver, ese que se aparta del ajetreo, el bullicio y los mil y un neones de colorines de la capital para trasladarme a una atmósfera completamente distinta, de paz y sosiego (en la medida que la gran afluencia de visitantes lo permite) en medio del "inaka" o campo japonés.   Un paisaje que me ha impresionado vivamente por su belleza y maravilloso estado de conservación, por sus campos de cultivo y sus bosques y prados teñidos todos ellos de un espectaculares y vivos tonos verdes que en España yo estoy acostumbrado a no ver más que durante algunas semanas en abril - mayo, en junio como mucho.  No veréis por aquí apenas ni una hojarasca seca, el verde predomina por doquier y es un auténtico regalo para la vista. En serio, si Irlanda es "la isla esmeralda", os aseguro que en ese aspecto Japón no se queda atrás, como veréis muy pronto.

Y mañana, como he dicho... Hakone y el monte Fuji, ¡empieza la parte más dificultosa del viaje! Pero estoy seguro de que merecerá la pena.  Si completamos la subida y me quedan fuerzas para apretar el botoncito de la cámara, os prometo una buena tanda de fotos desde la mismísima cima del volcán más conocido y emblemático de Japón y puede que del mundo.

Por ahora esto es todo, volveré a actualizar cuando tenga ocasión, espero que en un par de días como mucho.Un saludo a todos y disculpad lo precipitado de la entrada, me hubiera gustado extenderme más y con más calma y con fotos, y las habrá...  pero tendréis que esperar un poco para ello.

sábado, 3 de agosto de 2013

Katsu y Semilau en Japón: los primeros días

(Sólo en español)
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Hola, soy Katsu, os escribo desde mi hotel en Minato-ku, Tokio, Japón.

Y no, por mucho que me pellizque está claro que esto no es un sueño y que de verdad por fin puedo deciros esta frase de arriba que tanto tiempo llevaba deseando soltar en el blog. Ya estoy en Japón, y os doy fe de que desde que Laura y yo llegamos al aeropuerto de Narita a eso de las siete de la mañana del día 2 de agosto (las 12 de la noche, hora española), prácticamente no hemos parado ni un momento.

Tal como teníamos previsto, ambos viajeros nos encontramos en el aeropuerto de Roma tras haber llegado desde nuestras respectivas ciudades, Madrid y Barcelona, y desde allí tomamos un auténtico monstruo volador que fue el que nos llevó a Tokio, tras doce interminables horas de trayecto que se hicieron eternas,  sobre todo la parte del vuelo que sobrevuela Rusia continental. Ese tiempo se pasó como buenamente se pudo: viendo películas, intentando dormir... pero echar siquiera una pequeña cabezada era tarea difícil, así que llegamos a Japón prácticamente sin dormir y aún con otro día por delante en el que teníamos prohibidísimo tratar de descansar, para poder adaptarnos al horario (siete horas de diferencia con respecto a España, es decir, cuando allí son las tres de la tarde, aquí ya son las diez de la noche).

Ese primer día, una vez solucionados los diversos trámites de entrada (visado de pasaporte y adquisición del Japan Rail Pass, principalmente) e instalados en el hotel tras otras tres horas de desplazamiento desde Narita, lo invertimos en pasear un poco por nuestro vecindario, en el que hemos descubierto un pequeño pero coqueto parque del que os adjunto algunas fotos a continuación. Tras comer en un local de curry cercano, nos fuimos a Shinjuku y por allí estuvimos paseando y alucinando con el espectáculo de carteles de colorines, neones, pantallas, anuncios gigantescos por doquier (todo ello de noche es aún más espectacular), rascacielos que llegan hasta donde no alcanza la vista, y todo el ajetreo propio de una gran ciudad...

... o no tanto, porque lo cierto es que Tokio, en su inmensidad, es una ciudad que tiene detalles sorprendentes en cuanto al comportamiento y civismo de sus habitantes. No veréis a nadie fumando por las calles: es algo que, por increíble que parezca, está prohibido hacer salvo en las áreas específicamente reservadas para ello. No veréis a nadie hablar a voces por el móvil en los trenes o el metro. No verñeis a nadie tirar papeles al suelo o hacer grafittis en las paredes. Aunque hay mucho tráfico y atascos, apenas escucharéis cláxones de coches pitando furiosamente ni veréis a conductores chillándose y sacándose el dedo medio unos a otros a las primeras de cambio. El suelo de las calles está casi impoluto, nada de papeles, nada de colillas (alguna que otra se ve, pero hay que ponerse a buscarlas). En las tiendas y prácticamente allá donde entres te tratan con amabilidad y te ayudan en lo que pueden. Es como estar en otro mundo y en este aspecto el haber venido aquí me reafirma en mis convicciones de que los españoles tenemos muchísimo que aprender de esta sociedad en lo que se refiere al saber comportarse, al civismo, a la educación y al respeto a los demás.

En Shinjuku no perdimos el tiempo, estuvimos viendo la espléndida panorámica de la capital desde el mirador que hay en lo alto del rascacielos del Gobierno Metropolitano (sí, ese tan famoso que, a saber por qué extraño motivo, siempre es el primer lugar de Tokio en el que se inician las invasiones extraterrestres y los ataques de monstruos gigantes xD), estuvimos curioseando en la librería Kinokuniya, nos metimos en un neko café (que tendrá derecho a un post propio)...  y volvimos al hotel absolutamente derrengados, muertos de sueño, pero inmensamente felices de estar aquí y deseando que estas dos semanas nos duren lo más posible.

Hoy, día 3, ya habiendo recuperado el sueño y adaptados al horario (gracias a no haber descansado el día anterior apenas hemos notado jet-lag), hemos seguido recorriendo Tokio: por la mañana hemos estado en Shibuya, donde, entre otras cosas:

- Servidor se ha tomado un Maccha Frapuccino en el Starbucks. ^^

- Hemos visitado el centro comercial 109. Uno de los locales más representativos de Shibuya, digno de una visita más calmada.

- Hemos visitado la tienda Adidas, donde este que escribe se ha hecho con una camiseta de la selección japonesa de fútbol a muy buen precio. xD

- Hemos comido en un Yoshinoya, sendos tazones de gyudon (arroz con carne de ternera). Si algo se puede hacer aquí en Japón, desde luego, es comer bien y muy barato prácticamente en cualquier sitio. Locales de sushi, de curry, de tempura, de comida occidental... hay de todo y en todas partes puedes saciar tu apetito sin dejarte la cartera en el empeño. Es una de las cosas que más agradecemos, sin duda alguna.

- Nos hemos perdido por los interminables corredores subterráneos, plagados de tiendas, de la estación de Shibuya. Otro día os hablaré del metro y los ferrocarriles, que igualmente se merecen un post aparte.


- Hemos reservado asientos en el Shinkansen Kodama que tenemos que tomar el día 7 para ir hasta Odawara, y de ahí a Hakone. Mientras hacíamos cola he estado charlando con un chaval japonés muy simpático que se ha puesto a hacerme preguntas al verme hojear el Japan Rail Pass y me ha enseñado las fotos de Messi y Villa que tenía en el móvil (curiosidad para los culés que leáis esto: en nuestros devenires tokiotas ya hemos visto por lo menos a dos críos nipones ataviados de riguroso blaugrana xD).

Por la tarde hemos puesto rumbo a Harajuku, donde hemos hecho nuestra primera visita a un templo, concretamente el santuario sintoísta Meiji Jingu y sus preciosos y espectaculares jardines y bosques. Después hemos bajado por la calle Takeshita viendo el animadísimo ambiente y las mil y una tiendas que la bordean, hemos salido hasta Omotesando y desde allí hemos vuelto a la estación para tomar de nuevo el tren de la línea Yamanote rumbo a...   ¡¡¡ Akihabara !!!

Y  a fe que "Akiba" es lo que uno se espera, el paraíso de los frikis, los otakus y los aficionados a los cachivaches electrónicos. En realidad, aunque pueda parecer pecado mortal, comprar, lo que es comprar, no hemos comprado nada salvo un adaptador de corriente para poder enchufar cosas en el hotel, pero hemos estado caminando por allí un buen rato viendo los carteles de anime y videojuegos, las tiendas, los neones, las pantallas, las chicas vestidas de sirvientas promocionando a grito pelado y con sus características voces entre aniñadas y chillonas sus Maid Cafe (no he podido hacer fotos de ninguna, lo siento), las tiendas de manganime (en una de ellas nos hemos metido y hemos estado largo rato cotilleando)...

Y así hasta ahora... ¡y lo que nos queda! Mañana, día 4, será por fin la visita al museo Ghibli, y por la tarde seguramente visitaremos la tienda Mandarake de Nakano, ya os contaré.  Y es que hay tanto que ver, tanto que nos vamos a dejar sin poder ver aunque queramos por falta de tiempo, tanto que hacer, tantos sitios emblemáticos que visitar... tanta gente a la que echamos de menos a nuestro lado en estos momentos porque sabemos que si hubieran podido acompañarnos estarían disfrutando inmensamente...   tanta ganas de que el tiempo pase lo más despacio posible para saborear Japón todo lo que podamos...

Seguiré pasándome a detallaros nuestras correrías por estas tierras, ¡no desconectéis del blog! De momento os dejo con sólo tres fotos a modo de avance, que es tarde (aquí son ya las doce y media de la noche y mañana hay que madrugar, y además aún tengo que verlas a fondo y clasificarlas), pero pronto os mostraré un buen montón de las mejores que he hecho y seguiré haciendo estos días. Os las subo sin marca de agua ni sello para que podáis disfrutarlas en todo su esplendor. ^_ -



 Vista de Tokio desde el rascacielos del Gobierno Metropolitano


Torii de entrada al Meiji Jingu


Akihabara

 

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