1 de agosto de 2013, 3 de la mañana.
Para mí en Madrid, para Laura en Barcelona, esa fue la hora exacta, acordada entre ambos, en la que tocaba levantarse para poner rumbo al aeropuerto y empezar nuestra aventura japonesa. Tras llegar nuestros respectivos vuelos a Roma más o menos a la hora prevista (el mío con algo de retraso), por fin llegó el momento de embarcar los dos juntos en el enorme avión de la compañía Alitalia que, doce horas después, nos dejaría en el aeropuerto de Narita.
El avión en sí, impresionante, un "monstruo" de esos que uno no se explica cómo logran levantar el vuelo de lo inmensos que son. Tres filas de asientos, relativamente amplios, y equipados, todos y cada uno, con su pantallita interactiva en la que podías ver películas y series, jugar, escuchar música o consultar la información relativa al vuelo. Una manta (bastante cómoda y calentita), un cojín y unos auriculares completaban el equipamiento para cada viajero. Durante el viaje nos dieron un aperitivo, una comida-cena y un desayuno, todo ello, a pesar de ser "comida de avión", bastante rico y que llenaba lo suyo (como curiosidad, comentar que nos daban a elegir dos opciones, menú italiano y menú japonés).
El vuelo transcurrió sin incidencias, y durante esas doce horas procuramos pasar el tiempo de la manera más entretenida posible, viendo películas o tratando de dormir (algo que en esos asientos no era precisamente fácil). La parte más tediosa del trayecto sin duda alguna, es cuando se sobrevuela Rusia continental, algo que ocupa más de la mitad del vuelo y que parece que no se acaba nunca. En cambio, una vez vislumbramos en nuestras pantallas que el avión ya se encuentra sobre el Mar del Japón, el tiempo pasa mucho más rápido porque ya sabemos que queda poco, que nuestro destino ya está ahí mismo y que pronto habremos aterrizado en el país del Sol Naciente.
Al acercarnos al archipiélago japonés creí distinguir a lo lejos, entre las nubes, la cima del monte Fuji, esa misma cima a la que unos días después lograríamos subir. Este "avistamiento" y otro posterior en Hakone, igualmente tenue, fueron prácticamente las únicas veces que conseguí ver con mis propios ojos la silueta del emblemático y majestuoso volcán, que habitualmente es tímido y no se muestra con facilidad, sino que suele estar oculto entre calima y nubes. Contemplarlo tal como aparece en la mayoría de las fotografías que suelen verse del mismo es, en realidad, bastante complicado y requiere bastante suerte y poder ir en la época del año apropiada.
Y por fin, a eso de las 7 de la mañana del día 2, hora japonesa, aterrizamos en Narita sin mayor problema. Pero aún quedaba un buen trecho por delante hasta estar en nuestro hotel, ya que en el mismo aeropuerto teníamos que realizar una serie de trámites imprescindibles para nuestra estancia. El primero, que hay que hacer incluso antes de recoger el equipaje, consistió en visar nuestros pasaportes en el control de inmigración. Es el momento en que tenemos que entregar un cuestionario que previamente hemos rellenado en el avión (con nuestros datos personales y una serie de preguntas referidas a nuestro viaje, duración del mismo, motivo, etc.), del cual desprenden una hoja que fijarán en el pasaporte y que no se puede arrancar del mismo hasta la vuelta. Asimismo, una vez comprobado que todo está en regla, nos pegan en el pasaporte el sello de "Visitante temporal" que nos da derecho a estar hasta 90 días en territorio japonés, y sin el cual no podríamos de ninguna manera canjear el Japan Rail Pass.
Estas son algunas de las primeras fotos que hice en Japón, en el mismo aeropuerto:
Después de este trámite, tocaba recoger nuestras maletas, que afortunadamente llegaron bien (la mía con una voluminosa abolladura que me hizo temer por el contenido, aunque luego pude comprobar que no había sufrido ningún daño y mi equipaje estaba intacto), y a continuación, cambiar nuestros euros por yenes e ir a la Midori no Madoguchi (oficina de venta y reserva de billetes de la JR) del aeropuerto para canjear los Japan Rail Pass, la "llave" que tantas puertas nos abriría posteriormente. Aquí tenéis el mío, tal como está tras la vuelta, ya con todos los sellos de las reservas de trenes que hicimos durante esas dos semanas:
Junto con el JRP nos dieron los billetes con asientos reservados para el Narita Express, el tren que nos llevaría a Tokio desde el aeropuerto. Un tren la mar de eficiente, bonito, limpio y rápido, y que sorprendentemente estaba casi vacío a pesar de que aquella mañana de jueves, día laborable, yo me esperaba encontrármelo lleno hasta los topes.
Para esto casi no hacía falta reservar asientos, digo yo...
Desde las ventanillas del tren pudimos por fin disfrutar de nuestras primeras vistas de Japón. Ya desde el primer momento predominaba el verde por todas partes, como aperitivo de lo que íbamos a ver los sucesivos días:
Llegados a Tokio, si no recuerdo mal desde la estación de Shinjuku, una combinación de línea Yamanote (para la que es válido el JRP) y Tokyo Metro (para el que dicho pase no es válido, y por tanto hay que pagar los billetes) nos dejó en la estación de Aoyama Itchôme, desde la cual nuestro hotel estaba a unos cinco minutos andando. En otra entrada hablaré de los trenes y el metro tokiota, de momento sólo decir que son un auténtico laberinto para el no iniciado y que es facilísimo despistarse incluso sabiendo japonés y conociendo el procedimiento para comprar los tickets. A nosotros nos pasó un par de veces, aunque pudimos apañarnos para recuperar la orientación y en el fondo fueron una "aventura" más de nuestro viaje.
Y por fin, varias horas después del aterrizaje, llegamos a nuestro hotel, el Asia Kaikan (Asia Center of Japan). Un hotel sin grandes lujos pero realmente acogedor, en el que nos dieron una habitación amplia, coqueta, cómoda y muy bien equipada (con nevera, televisión y sendos yukatas esperándonos encima de las camas), que sería la que nos acogería durante las próximas cinco noches.
Pero no era el momento de descansar aún, a pesar del agotamiento del viaje; una vez instalados había que aclimatarse al horario japonés (siete horas de diferencia con respecto a España) y tratar de minimizar los efectos del "jet-lag" en la medida que fuera posible, y para ello no había más remedio que empezar a moverse desde el primer momento y no dormir hasta la noche. Así que, tras asearnos y permitirnos tan sólo un breve descanso, nos dispusimos a patear por primera vez la inmensa, bulliciosa y colorida ciudad de Tokio.
Pero eso ya es materia para la próxima entrada, así que me despido por ahora diciendo eso de: "Continuará...."
Próxima entrega:
Recorriendo Tokio
2 Comments:
La aventura no era el viaje, era intentar dormir en el avión D:
Pasándolo en grande desde el principio, ¿eh? ;D a ver cómo continua la historia :D
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