Representación teatral de la historia, con el samurai fantasmal acechando a Hôichi.
Fuente: Wikipedia
Hôichi era ciego de nacimiento, pero a pesar de ello, o quizás debido a ello, tenía un talento extraordinario para la música, especialmente para tocar la biwa. También era muy diestro relatando historias, y la que más le gustaba por encima de todas, y con la que demostraba ser más hábil narrando, era la historia de la batalla de Dan-no-ura, el mayor enfrentamiento de las Guerras Genpei entre los clanes Minamoto, también llamado Genji, y Taira, también conocido como Heike, que acabó con la aplastante victoria de los primeros. Hôichi sabía narrar el relato de esta batalla con suma maestría y con tanto sentimiento, que siempre lograba que sus oyentes se metieran de lleno en la historia y acabaran conmovidos hasta el punto de hacerles verter lágrimas por el triste final de los Heike, que fueron completamente derrotados, y de su emperador infante, Antoku, quien prefirió suicidarse arrojándose al mar con su familia antes que soportar la humillación de ser vencidos por los Genji.
Cierta calurosa noche veraniega, en la que el bonzo superior del templo se encontraba ausente, Hôichi dedicaba su tiempo a practicar con su biwa y a meditar, cuando de repente escuchó una voz que le llamaba:
- ¡Hôichi! ¡Hôichi!
- ¿Quién es? - respondió el -. Lo siento mucho, soy ciego y no puedo ver quién me está llamando.
- Soy sirviente de un noble que vive por aquí cerca, que ha oído hablar mucho del monje Hôichi y de su increíble talento como narrador de historias, que tan hábilmente sabe acompañar con la música de su biwa. Si sois vos el dicho monje Hôichi, mi señor me manda deciros que desea escuchar en persona una demostración de vuestro arte.
- Sería un honor muy grande para mí, pero no conozco a vuestro señor, ni sé cómo ir hasta su palacio.
- Yo os conduciré hasta allí, no tenéis más que seguirme.
Hôichi, muy contento porque alguien de alto linaje estuviera tan interesado en su música y en sus historias, aceptó y agarró la mano del sirviente, que le guió hasta el palacio de aquel noble. Por el tacto y los ruidos que hacía al andar, dedujo que se trataba de un samurai vestido de armadura.
- Hôichi -, le dijeron al llegar a lo que parecía ser una gran sala ricamente decorada, - os rogamos que toquéis para nosotros vuestra biwa como acompañamiento de la historia de la familia Taira, que deseamos oir de vuestra boca. Narradnos, por favor, el relato de la batalla de Dan-no-ura que tan bien conocéis y tan hábilmente sabéis contar.
Y tal como le pidieron, Hôichi volvió a contar su relato acompañado de la música de su biwa.
Y tan vivamente describió el ambiente infernal de la batalla, el sonido de las olas rompiendo contra los barcos Minamoto y Taira, las flechas silbando por el aire, las voces y gritos de dolor de los soldados al morir en el fragor del combate, y la triste muerte del infante Antoku y su familia, que al finalizar su relato, el gran salón enmudeció, a excepción de algunos llantos ahogados que se escuchaban desde los diversos rincones del mismo.
- Nuestro amo ha quedado muy satisfecho de vuestra interpretación, venerable Hôichi - le dijo el sirviente que le había guiado hasta allí -, y está dispuesto a recompensaros por ella de manera generosa, pero con una condición.
- ¿Cuál es?
- Que a partir de mañana y durante seis noches, sigáis viniendo en secreto todas las noches a relatar vuestra historia y tocar la biwa para nuestro amo, como acabáis de hacer ahora mismo. Sobre todo es muy importante que no habléis de esto con nadie. Si así lo hacéis, nuestro amo promete colmar al monje Hôichi de riquezas hasta el fin de sus días.
Hôichi aceptó de buen grado. Y así, sin decirle nada a nadie, ni siquiera al bonzo superior, que le preguntó insistentemente sobre la razón de su larga ausencia del templo, a la noche siguiente volvió a seguir al sirviente con armadura hasta el palacio, donde de nuevo, ante aquel noble y su corte, relató vivamente la historia de la batalla entre los Genji y los Heike.
A su regreso de aquella segunda noche, el monje superior volvió a interrogar a Hôichi para que le revelara dónde había ido, pero él, cumpliendo su palabra, no dijo nada. Y lo mismo ocurrió la tercera y la cuarta noche.
La quinta noche, al igual que las anteriores, Hoichi volvió a salir acompañado del samurai hacia el palacio de aquel noble, pero esta vez, sin que él lo supiera, fue seguido a escondidas por varios de sus compañeros del templo a petición del bonzo superior, que tenía la plena certeza de que algo muy grave estaba ocurrriendo. Pero al poco de internarse en el bosque, los monjes le perdieron por completo la pista a Hôichi, como si las tinieblas de la noche se lo hubieran tragado de repente.
En ese momento estalló una fuerte tormenta, y mientras los monjes miraban a su alrededor desorientados, retumbó justo sobre sus cabezas un trueno, acompañado de un rayo cegador que cayó a poca distancia de ellos, y que con su fulgor iluminó una cercana lápida de piedra. Al avanzar hacia allí, los monjes observaron espantados que frente a dicha lápida estaba sentado Hôichi, completamente empapado por la lluvia, tocando su biwa y contando la historia de la batalla de Dan-no-ura, mientras innumerables fuegos fatuos revoloteaban a su alrededor.
Los monjes se quedaron sobrecogidos de horror al leer el nombre inscrito en aquella lápida. Era la de Antoku Tennô, el emperador infante del clan Heike.
Al recobrarse de la impresión, rápidamente se abalanzaron sobre Hôichi para sacarle de allí a toda prisa, sin dejarle terminar su historia. Él se resistió, pero no pudo impedir que le llevaran a la fuerza de vuelta al templo, donde sus compañeros le contaron al bonzo superior lo que acababan de ver.
El bonzo superior, alarmado, dijo:
- Es justo lo que yo me temía. Hôichi, has de saber que lo que está ocurriendo es extremadamente grave. Parece ser que tu arte como narrador y tu talento tocando la biwa han atraído a los espíritus de los guerreros Heike caídos en Dan-no-ura, que desean llevarte con ellos para que les cuentes su historia por toda la eternidad. No debes volver a aquel lugar nunca más, porque si te sometes a los deseos de los espíritus de aquellos hombres que murieron tan trágicamente, te poseerán y acabarás perdiendo tu alma para siempre.
- Pero les prometí que iría cada noche a narrarles la historia durante seis dias - dijo él -, no puedo faltar a mi palabra.
- Debes hacerlo y no volver con ellos por mucho que te insistan, porque si vas allí una vez más, se apoderarán de tu alma y ya no podrás regresar jamás al mundo de los vivos.
- ¿Y qué puedo hacer?
- Te protegeremos con unos sutras budistas que cubrirán tu cuerpo y te harán invisible ante los espíritus malignos. Así, por mucho que te busquen, no podrán verte ni hacerte daño. Cuando vengan de nuevo a llamarte no debes responder absolutamente nada, ni una palabra, como si no les oyeras. Debes mantener en todo momento tu postura de meditación sin moverte lo más mínimo.
Y así lo hicieron. A la mañana siguiente, los monjes llenaron el cuerpo de Hôichi de pies a cabeza con inscripciones de sutras budistas, para ocultarle a la vista de los espíritus.
Llegó una vez más la noche, y como de costumbre, Hôichi se puso a meditar. Y en aquel momento oyó de nuevo aquella voz:
- ¡Monje Hôichi! He venido a por vos. Tenéis que acompañarme ante mi señor también esta noche para narrar ante él y su corte la historia de los Taira, tal como prometisteis.
Pero Hôichi no contestó.
- Qué raro, no hay nadie. Ahí está la biwa de Hôichi - dijo entonces el espíritu -, pero no veo a quien la toca. Oh, sí, sí que lo veo, hay dos orejas flotando. Ya entiendo: el bonzo mayor del templo ha pintado a Hôichi con sutras budistas para que se haga invisible ante nosotros y no pueda acompañarnos. Así no me será posible llevármelo conmigo... pero al menos me llevaré estas orejas como prueba para mi señor, para que vea que he ido a buscar a Hôichi tal como me pidió y no me haga pagar un terrible castigo por mi desobediencia.
Y sin decir más, el espíritu arrancó las orejas de Hôichi y se dio media vuelta. Durante todo este tiempo, tal como le había ordenado su superior, el monje no se movió de su postura de meditación ni por un instante. Y en esa postura seguía cuando el bonzo superior regresó junto a Hôichi, quedándose horrorizado al verle con las orejas arrancadas y el cuerpo cubierto por completo de sangre.
- ¡Hôichi! ¡Tus orejas! ¿Qué ha pasado? - gritó.
Y no tardó mucho en comprender lo que había ocurrido. Aquella mañana los monjes habían pintado las inscripciones budistas con sumo cuidado sobre todo el cuerpo de Hôichi, para que no quedara ni una parte sin ser protegida por los sutras, pero se les había pasado por alto pintarlas también en sus orejas, que por tanto no gozaron de aquella protección y quedaron visibles ante el espíritu.
El bonzo superior se sintió afligido por haber cometido un fallo tan terrible, y llevó inmediatamente a Hôichi al médico. Con el tiempo, Hôichi se restableció de sus graves heridas, y si bien ya no tenía orejas, los espíritus de los sirvientes de Antoku no volvieron a molestarle más.
La historia corrió de boca en boca, no solo por la prefectura, sino por todo el país. Hôichi se convirtió en un músico de gran fama. De todas partes de Japón venía gente al templo día tras día, solo para oir los maravillosos relatos y la música del biwa de aquel humilde monje que, desde entonces, fue conocido por todos como "耳なし芳一 Mimi-nashi Hôichi : Hôichi, el monje sin orejas".
Texto en japonés aquí.
Notas:
- El presente relato de Hôichi, el monje sin orejas, forma parte también de la recopilación de cuentos y leyendas japonesas recopiladas por el escritor irlandés de origen griego Lafcadio Hearn (quien se nacionalizó japonés con el nombre de Yakumo Koizumi) bajo el título "Kwaidan".
- La batalla de Dan -no-ura (壇ノ浦の戦い) es un hecho histórico real, un enfrentamiento naval que tuvo lugar en el estrecho de Shimonoseki, hoy conocido como estrecho de Kanmon, situado entre las islas de Honshû y Kyûshû, el 25 de abril de 1185. Esta batalla puso fin a las guerras Genpei, (源平合戦 Genpei gassen) que enfrentaron durante varios años por el control del país a dos clanes, los Minamoto 源 (Genji 源氏) y los Taira 平 (Heike 平家), ambos emparentados con el linaje imperial, y acérrimos enemigos. En dicha batalla, los Genji aplastaron a los Heike y acabaron con el candidato de aquel clan a ocupar el trono imperial, el infante Antoku, quien, tal como narra el relato de Hôichi, se suicidó arrojándose al mar con su familia, prefiriendo así una muerte honorable antes que soportar la humillación de ser vencidos por sus enemigos. El infante contaba entonces con tan solo seis años de edad.
- Finalizada la guerra, el clan Minamoto se hizo con el poder. De dicho clan salió el que sería el primer Shôgun, Minamoto-no-Yoritomo, que estableció su gobierno militar (幕府 bakufu ) en Kamakura, lo que marcaría el fin de la era Heian y el comienzo de la época feudal japonesa.
- En los mares donde tuvo lugar la batalla abunda un tipo de cangrejo, el Heikegani (平家蟹) o cangrejo Heike (Heikeopsis japonica), cuyo aspecto recuerda curiosamente al de un samurai con casco. La leyenda afirma que estos cangrejos son la reencarnación de los guerreros Heike caídos en la batalla de Dan-no -ura, siendo respetados por los pescadores locales, que devolvían al agua a aquellos cangrejos cuya forma más se parecía a la de un samurai.
- La batalla de Dan-no-ura aparece representada en muchos medios escritos y audiovisuales. Destaca entre ellos el cómic Segadora de Usagi Yojimbo (dibujado por Stan Sakai), en el que dicha batalla es un elemento muy importante de la historia.
- La biwa (琵琶) es un instrumento japonés de cuatro cuerdas (aunque algunas variedades tienen cinco) similar al laúd. La biwa de Hôichi probablemente era una 平家琵琶 heike biwa, de cuatro cuerdas y cinco trastes, que es la que se utiliza para narrar la historia de las guerras Genpei.
Fuentes:
Fukumusume no Kaidanbanashi: Miminashi Hôichi
Wikipedia
Wikipedia
2 Comments:
Me ha gustado, suelen hacerlo este tipo de leyendas ^^
Saludos ^^
Me ha encantado, muy buena historia :D
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